RECORDANDO AL PADRE IGNACIO BATLLE

viernes, 5 de mayo de 2017

Antecedentes familiares

En mayo de 2017 el Padre Ignacio Batlle, el recordado Panacho, habría cumplido 91 años. Había nacido el 5 de Mayo de 1926 del matrimonio de Tomas Batlle y Teresa Maig, en Chabás Provincia de Santa Fe. Por sus arterias corría sangre y el carácter catalanes por la ascendencia paterna y la etnia alemana por la línea materna. Battle es un apellido catalán bien conocido en Cataluña desde el siglo XIV. Originariamente significaba oficial encargado de administrar justicia en una ciudad en nombre del rey o del señor feudal. Este nombre equivale al bailiff del inglés, bailli del antiguo francés y baile del antiguo castellano que por influencia árabe fue sustituido por alguacil

 

El apellido pasó de Cataluña a otras regiones de España como Valencia y Almería y siglos más tardes pasó Venezuela y al Río de la Plata. En Uruguay es el apellido de una familia de políticos que le dio varios presidentes a ese país. No sabemos si el padre de Ignacio estaba emparentado con la ilustre  familia uruguaya. Su apellido fue mal interpretado por muchos de sus compañeros en la escuela que lo consideraban de origen irlandés. Pero hay una clara diferencia entre el catalán Batlle (una t y dos eles) y el inglés Battle (dos t y una ele).

 

Estudios eclesiásticos

Cuando tenía 11 años ingresó al seminario de Guadalupe en Santa Fe, un 11 de Marzo de 1938, guiado por el Padre Monserrat Servera, también de origen catalán, y que lo había bautizado porque era el párroco de Chabás desde 1925. Ignacio solo cursó el primer año de Humanidades en Santa Fe. En abril de 1939 fue trasladado con todos sus compañeros del Seminario Menor de Santa Fe que procedían de los 7 Departamentos del sur de la provincia al nuevo Seminario San Carlos Borromeo en la localidad de Juan Ortiz, actualmente Capitán Bermúdez, inaugurado por Monseñor Antonio Caggiano, primer obispo de Rosario desde 1935.

 

Ignacio cursó en el Seminario de Rosario de 2do a 5to año de Humanidades y los tres años de Filosofía. A comienzos de 1946 tenía que iniciar los estudios de Teología. Después de recibir la tonsura clerical, los ocho compañeros de ese curso tuvieron que dejar el Seminario de Rosario porque la Santa Sede no le había dado la autorización para enseñar teología. Ignacio, junto con Roberto Area, Juan Carlos Arroyo y José Martins, un íntimo amigo, fueron derivados al seminario de La Plata. Sus compañeros Atilio Cengarle, Amadeo Di Iulio, Renaldo Luis Ferrero  y Ernesto Sonnet fueron enviados al Seminario de Villa Devoto, de la Capital Federal, donde cursaron los años 4 años de teología

 

En el Seminario de La Plata, Ignacio siguió los cursos de prestigiosos profesores como Enrique Rau en Teología Dogmática y el Padre Juan Straubinger en Sagradas Escrituras,

 

Ignacio y sus siete compañeros de curso fueron ordenados sacerdotes por el obispo de Rosario, Cardenal Antonio Caggiano, el 29 de octubre de 1949 a los 23 años de edad. Esta celebración no se realizó el día tradicional del Viernes de Tempora que precede a la Navidad, porque el Cardenal Caggiano debía estar en diciembre Roma por la inauguración del Año Santo 1950. Ignacio celebró su primera misa en la iglesia San José de Chabás, su pueblo natal.

 

La prueba del primer año de sacerdocio

Después de su ordenación, durante 6 meses, fue vicario de la Iglesia Catedral de Rosario. Fue entonces cuando el Señor lo probó con una larga enfermedad, tuberculosis pulmonar, que lo mantuvo inactivo durante 8 meses. En 1959 existían dos antibióticos contra la tuberculosis que no eran muy efectivos. Los médicos continuaban indicando el tratamiento tradicional de reposo absoluto en cama que se practicaba antes de la aparición de los antibióticos. El Cardenal Caggiano no quiso que el Padre Ignacio cumpliera el reposo en un hospital o sanatorio y le destinó una habitación en la planta baja de su Palacio Episcopal. El Cardenal comprendía muy bien el sufrimiento de esta enfermedad porque él mismo la había sufrido mientras estudiaba Filosofía en Roma y debió volverse al país antes de iniciar los estudios de teología en la Universidad Gregoriana.

 

 

 

 

Padre Ignacio Batlle, joven sacerdote

Superada la enfermedad, el Padre Ignacio  fue destinado a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús del Barrio Alberdi, donde permaneció durante dos años.

 

Cura párroco de San Gregorio

A fines de 1954, Monseñor Caggiano lo designó párroco de San Gregorio en el extremo sur de la provincia de Santa Fe. Tomó posesión de la parroquia y celebró su primera misa como párroco el 9 de Enero de 1955. De la parroquia de San Gregorio dependían las feligresías de Diego de Alvear, Christophersen e Iriarte. También, el Padre Ignacio también las Estancias La Catalina, Argentina Chica, Colinas Morga, Las Liebres y La Chingola.

 

Ignacio, a quien muchos llamaban Panacho, tenía un gran espíritu de servicio y colaboración con sus hermanos y feligreses en otras parroquias, prestando generosamente su ayuda sacerdotal. Durante 35 años permaneció al frente de la Parroquia San Gregorio Nacianceno de San Gregorio. Se distinguió por ser un gran amigo de los niños y de los carenciados, quienes encontraban en él un padre dispuesto a mitigar sus necesidades y obraba de tal modo que su mano izquierda no sabía qué hacía su mano derecha. Fue un excelente colaborador y bienhechor del Colegio Divino Maestro en lo material y mucho más en lo espiritual, siendo la Congregación Misioneras Siervas del Espíritu Santo de la Sociedad del Verbo Divino – SVD -.beneficiada con su ministerio y consejos sacerdotales.-

 

 

Ilustración 1. Bendiciendo e Inaugurando el Comedor del Colegio Divino Maestro

 Ilustración 2. Bautismo del Juan Manuel, primer hijo de Pedro Cocco y Señora

Fue uno de los Fundadores del Colegio Secundario, junto al Dr Carlos Francisco Baleiron y el Doctor José Néstor Farina  quienes por coincidencias de la vida habían llegado a San Gregorio también en los primeros meses del año 1955. Como el Buen Pastor administró, cientos de casamientos, bautismos y extremaunciones y acompañó a sus feligreses en cientos de funerales y entierros.

 

Sus relaciones con la Iglesia Metodista

Los Metodistas se instalaron en San Gregorio y construyeron su iglesia en 1966. No fue fácil para los católicos que alguien les mostrara una imagen de Jesucristo desde una visión distinta. Era por esos días como cometer
pecado original si se los veía charlando con los recién llegados y por supuesto, peor aún si alguien pretendía concurrir a los cultos de la Iglesia Metodista.

 

El que encabezaba esta legión de Evangélicos Metodistas, era el escribano Benjamín Esteban Fernández, llegado de Rosario, que hablaba con tal convicción sobre las verdades del Evangelio, que uno quedaba absorto y celestialmente copado.


De pronto irrumpió en las vidas de los jóvenes, pues era profesor en el Colegio Secundario. Era de una rectitud incomparable, de una presencia mística y de una voz clara y altisonante que dejaba de lado lo ceremonioso para sumarse a la simpleza de nuestro lenguaje. Más que escribano, más que profesor, era un  Pastor.

Su Escribanía era el confesionario de los que, más que por papeles de propiedad, iban tras la búsqueda del remanso de sus palabras. Dejaba de lado lo monetario de su subsistencia y de su familia para que la Palabra de Dios, llegara y de esa manera los asistentes pudiesen escriturar a favor de Cristo.


La sorpresa de todos fue cuando, en el primer entierro llevado a cabo en la Iglesia Católica, el escribano, entró al templo y se saludó con el Padre Ignacio, aquel catalán duro y recto que celosamente cuidaba de su rebaño.


El rumor corrió como reguero de pólvora entre los descreídos, el Cristo del Padre Ignacio era el mismo Cristo del Escribano, las diferencias pasaban porque los Metodistas no tenían imágenes, no tenían Papa y a muchos les parecía bien que el Pastor se podía casar y tener hijos, una manera superficial de ver las cosas del modo mundano.


Sus últimos años

Sufrió una dolorosa enfermedad, cáncer de estómago que se agudizo en sus últimos años y fueron una prueba de los altos quilates de las virtudes del Padre Ignacio, en especial su inmensa devoción por la Santísima Virgen María. Pidió prescindir de todo calmante porque quiso sufrir conscientemente por su diócesis y su parroquia de San Gregorio. Entregó su alma al Señor en la madrugada del 2 de Marzo de 1990. Sus restos mortales fueron sepultados en el cementerio de San Gregorio.

 

 

Testimonio de uno de sus más dedicados feligreses

Pedro Gerardo Cocco, editor de la publicación Ancaloo que se difunde por internet dio el siguiente testimonio sobre los años en los que desde chico tuvo una gran  cercanía física y espiritual con el Padre Ignacio:

 

Corría el año 1955, Algunos andaban por ahí con los juguetes que Perón había entregado a través del Correo. Arturo Gómez Duplaa era su Jefe y nosotros los que no, los mirábamos con caras largas y de circunstancia. De pronto algo rompió la rutina de los chicos. Había llegado un cura nuevo, pero no era de los que estaban, se decía, éste venía de Rosario, eras sotanudo, tenía lentes, era rubio con ojos claros y no era pelado.

 
Como cachorros timoratos ante lo nuevo, nos fuimos llegando hasta la Iglesia, traspasamos el portón, aquel inmenso que estaba entre dos columnas y a la derecha de la puerta con la campanilla de bronce, que al hacerla sonar anunciaba que alguien quería hablar con el Padre


En otras oportunidades y mientras estaba el Hermano a cargo de la Iglesia, el sacristán de los Siervos de la Sociedad del Verbo Divino - SVD, lo más probable era que nos sacudiera algunas patadas en el trasero, para asegurarse que nos impondría respeto, pero esta vez, nos encontramos con toda la presencia del "Padre". Era como nos habían contado; se le dibujó una sonrisa al vemos y comenzó a preguntamos cómo eran nuestros nombres; Pedro, le dije yo ¿y usted Padre?, Ignacio, nos dijo. Me dije para mis adentros que era como Don Ignacio Isoird, ¿sería tan bueno como él?


El tiempo demostró que sí  que realmente tenía un pega-pega especial para con los chicos; yo apenas tenía 8 años, iba camino a los nueve. Nos preguntaba sobre nuestros padres, si venían a misa, si se confesaban y comulgaban, si teníamos hermanos, si los abuelos vivían. Era una catarata de preguntas y repuestas, una lluvia de cosas por saber sobre nosotros y a la vez, conocer cosas de su vida.


Un día entre esas charlas que teníamos todos los monaguillos en la sala de carpintería, le pregunté por qué había estudiado de Cura y me dijo, Jesús me llamó y respondí a su llamado.

 

 El juego de las damas, el ajedrez, el ludo, los marlos con un clavo y plumas de gallinas, para hacer centro en una tabla a la que él le había hecho distintas circunferencias, nos hacían pasar las horas en la Iglesia, compartiendo charlas, rezos, misas y confesiones, aprender a ayudar la misa en Latín, hacer sonar la campana llamando a misa o cuando alguien fallecía y, al salir de la Escuela, hacer los deberes.


De pronto se compró un chatita Rugby azul, y en ella nos íbamos para la celebración de la misa en lo de Milanesio en Christophersen, y en Diego de Alvear, donde nos esperaba Don Juan que nos regalaba los caramelos mu-mu de dulce de leche.


Para las misas de Navidad y de Pascuas, éramos electricistas, porque se cortaba la luz ya que los cables no aguantaban la temperatura.

 

Todos los días cruzaba la Plaza, para ir al Convento donde almorzaba y cenaba. Si lo invitabas a comer algún asado, tenías que tratar de ser puntual, porque si no le subía la catalanada que tenía y terminaba enojado.
En los casamientos se paraba en medio del altar y si se había dicho a las nueve, era a las nueve. Él estaba firme con el reloj controlando que se cumpliera el horario estrictamente.


Recuerdo las mateadas en lo de Villa y otros amigos, algunas veces nosotros, pero sólo matear y no hablar, como también las peleas con Don Juan, que siempre le hacía cargadas de alto tono,


Allá por los setenta, hubo una gran seca en San Gregorio y se dedicaban las misas implorando que lloviera, pero nada; cuando comenzó a llover por la zona y primordialmente en General Pinto (a unos 50 km al sur de San Gregorio, en provincia de Buenos Aires, Diócesis de 9 de Julio). Entonces, Don Juan, le dijo que iban a traer al Cura de Pinto para que diera la misa y así vendría llovía, porque, Ignacio, vos no hacés lIover. Ignacio se mantuvo callado y no dijo nada. Transcurrieron unos días y comenzó a llover a cántaros sin parar. Don Juan  había ido a Diego de Alvear y a la vuelta, a medio camino, se le mojó el distribuidor y se quedó varado, no pasaba nadie. De pronto vio venir un coche, y para su alegría era el Padre Ignacio, quien paró el coche, abrió el vidrio y Don Juan le contó lo que le pasaba, que el agua le estaba mojando el distribuidor y el motor no le arrancaba. IGNACIO, le dio la repuesta que dos días antes no le quiso dar: Andá, decile al Cura de Pinto que te venga a auxiliar, alzó el vidrio y lo dejó en el camino.


Como Pastor de almas que era, me preguntó si no quería estudiar para Cura. Como yo estaba imbuido en todo lo sagrado, y quería ser como él, con el asentimiento de Mamá y un poco no querer de papá, partí al Seminario San Carlos Borromeo Capitán Bermúdez en marzo de 1958. Qué felicidad tenía Ignacio, había cumplido su cometido, pero cuando le fallé en 1963 tuvo un enojo de por medio, arremetió con preguntas y yo que para esos tiempos ya tenía 16 años, le respondí, Ignacio, muchos son los llamados y pocos los escogidos. Me miró, lloró y me abrazó.


Teníamos un trato especial. Cuando me tenía que decir algo, me esperaba los domingos en la Misa, y pasábamos a la casa nueva que habla construido, la vieja se la había llevado el Tornado del 60. Ahí me presentaba las quejas en lo que él creía yo debía hacer.

 

Fue un auténtico Pastor de almas, bien sabía apacentar a sus Ovejas, no las dejó nunca a merced del mal, nos acompañó en nuestros Bautismos, en nuestras confirmaciones, nos casó, bautizó a nuestros Hijos, y supo en los momentos difíciles que tuvimos en nuestros hogares, llegar con su palabra de aliento y llorar con nosotros en la muerte de algún ser querido.


Sus sermones, cargados de amor y sensibilidad, nos guiaron durante años, sus responsos - nunca faltó a ninguno - eran un bálsamo para los parientes que lloraban a sus seres queridos. Se fue como vino, en silencio, sin complicaciones, sufriendo mucho su enfermedad, su muerte nos marcó a fuego, perdimos al Pastor, y las ovejas no supieron aún a pesar del tiempo, acostumbrarse al tintineo de la campanilla de su voz que era guía y sendero en las noches de tinieblas y zozobras del alma.

 

El retorno del Padre Ignacio a su iglesia: Volver a la Casa del Señor

En su testamento el Padre Ignacio había expresado, Me encomiendo a las oraciones de los fieles, y a ellos les pido quieran disponer que mis restos descansen en el Templo junto a la imagen de la Asunción de la Virgen.

 

 

 

Después de 16 años de su fallecimiento, sus feligreses, liderados por Pedro Cocco, comenzaron el proceso de retornar los restos del Padre Ignacio a su iglesia. Muy temprano en la mañana del viernes 27 de octubre de 2006, que se presentaba lluvioso, un grupo de feligreses se dirigió al Cementerio de San Gregorio para retirar de su tumba el féretro del Padre Ignacio Batlle. Comenzaba así el operativo retorno a la Casa del Señor. La ceremonia de la extracción del féretro fue muy sencilla, encontrándose presentes el párroco Padre Víctor Favero y varias personalidades de la localidad. El féretro fue trasladado al cementerio de la ciudad de Junín, donde se procedió a la cremación del cuerpo. La Iglesia Católica admite la Cremación de los Cuerpos, por lo que el acto está rodeado de todos los requisitos que para estos casos el Derecho Canónico establece.

 

Con la debida autorización eclesiástica del Obispado de Venado Tuerto, la urna fue empotrada en la pared izquierda interna del templo de San Gregotio, cerca de la imagen de la Virgen María que está a la izquierda del altar mayor. Allçi descansan definitivamente sus restos, en el sitio donde estaba la imagen de la Inmaculada Concepción a quién él encomendó su espíritu. Todos los feligreses al observar la placa de mármol que cubre la urna reavivan el recuerdo de Ignacio como Pastor de almas durante 35 años.

 

 

 

Carta de la Hermana Mariel Clapasson, de la Sociedad del Verbo Divino - SVD - a Pedro Gerardo Cocco

 

¡Hola, Pedro! No sabés la alegría que me dio leer la nota "Volver a la casa del Señor" en el Noticiero Ancaloo.  Te agradezco en nombre del P. Ignacio por lo que estás haciendo por cumplir su última voluntad, seguramente él te lo está agradeciendo desde el cielo.


Vos sabés cómo lo quiero al P. Ignacio, se puede decir que me ayudó a crecer, Y mucho, muchísimo de lo que es esta monja se lo debo a él. Siempre me pareció muy injusto que no se cumpliera con su última voluntad; no porque esa era su última voluntad sino porque está en todo su derecho.


Fueron 35 años en San Gregorio. Para nosotros muchos años, para él siempre... Y siempre es mucho tiempo.


Pero bueno todo se recubrió de mucho silencio, 16 años de silencio. ¡Gracias Pedro! Ojalá el cura nuevo haga todo lo posible por traerlo, y todo, no es ni poco ni mucho, es TODO.

 

La verdad me encantaría llevarle los jazmines que tanto le gustaban a la Iglesia y ponérselos en su nombre a la Virgen; en vez de tener que llevarlos al cementerio; como lo hago cada vez que voy de vacaciones.


Ojalá mi querida Iglesia de San Gregorio vuelva a tener el mismo rostro que tuvo una vez, y cuando la mire la vuelva a reconocer. Porque la que vi los últimos años, no fue la Iglesia de mi niñez y mi adolescencia.


Un cura escribe en una frase: ¡Qué criticable eres Iglesia pero cuánto te quiero!
- y sí Pedro... soy yo; Mariel para Uds. y la Hna. Mariel por estos lados donde ando. Un beso grande, rezo por esto que has comenzado y que Dios te bendiga siempre!


Mariel Clapasson, SVD



Oración para suplicar la intercesión del Padre Ignacio Battle


Oh Padre Ignacio, bienhechor mío amabilísimo,

Convencido de la gloria y poderío de que gozas ante Dios,

Que ejerces en favor de todos los San Gregorienses,

Animado también de grandísima confianza en tu poderoso patrocinio,

Vengo a ti en visita humilde, me postro delante de tus restos mortales,

Como un hijo ante su amoroso padre,

Como un pobre vasallo ante su generoso rey,

Como un afligido enfermo ante su compasivo médico.

 

Veme aquí arrodillado a tus benditos pies,

Lleno de pesares y tristezas, de enfermedades y miserias,

Lleno, en fin, de toda clase de necesidades en el alma y en el cuerpo.

 

A ti he acudido con toda mi fe y toda mi confianza,

Para que te dignes remediarme, sacándome de angustias

Y concediéndome los favores que te pido.

.
Ayúdame, pues, Padre Ignacio,

Sáname de las dolencias que me afligen;

Alcánzame de Dios la gracia de convertirme de todo corazón a Él

Y de servirle hasta la muerte.

 

Consuélame y aliéntame en todos mis trabajos con tu asistencia santa;

Líbrame de todos los peligros que por todas partes me rodean

Y consérvame siempre la salud que necesito en alma y cuerpo

Para que de esta manera pueda cumplir los divinos mandamientos

Y las obligaciones de mi propio estado,

Y pueda también seguir honrándote a ti mismo

Con devoción ferviente y con toda mi tierna gratitud

Por tus bondades de verdadero padre para conmigo.


Escúchame, Padre Ignacio,

Acogiendo benignamente mis clamores;

Y al concederme los favores que a ti pido y espero.

 

Concédeme también la gran dicha de imitarte

En tus preciosas virtudes,

Especialmente en el amor a Jesucristo, Redentor Divino nuestro,

En la caridad para con mis prójimos,

En la mortificación de mis sentidos,

En la devoción tierna y constante a

Nuestra amantísima Madre, la Santísima Virgen del Rosario,

Y, en fin, en la meditación continua de mi muerte y del tremendo día del juicio.

 Así sea.


Pedro Gerardo Cocco,

Periodista, Licenciado en Letras por la Universidad de Rosario y Editor de la publicación periódica virtual Ancaloo sobre la comunidad de San Gregorio, Provincia de Santa Fe.

Con la colaboración de Antonio Pio, Mar del Plata.

Abril 2017

Referencias

http://w.w.w.ancalao.com.ar/nota/2016/vuelve-el-padre-ignacio-a-la-iglesia

http://w.w.w.ancalao.com.ar/nota/7533

http://w.w.w.ancalao.com.ar/nota/1893/la-figura-del-padre-ignacio

http://w.w.w.ancalao.com.ar/nota/7441/rvdo-ignacio-battle

http://w.w.w.ancalao.com.ar/nota/1666/padre-ignacio-panacho
ApostillaAncaloo es un vocablo indio que significa médano partido al medio o agua entre médanos, haciendo referencia a una laguna que está a 5 Km de San Gregorio, en la Estancia de los Alvear, donde el Capital Pablo Vargas, derrotó a una partida de indios.


 

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