La carta que regresó tras 49 años y 101 días

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Todos estos días, desde que celebramos los 111 años del cumpleaños de mi padre, Mauro Cocco, fallecido el 30 de julio de 1986, algo rondaba en mi memoria.

Cada paso que yo realizaba en los lugares comunes donde hemos vivido juntos, me marcaban hitos de su vida y de la mía. La actual reparación de la Ruta Provincial Nº 14, por ejemplo, me hizo viajar varias veces hasta Diego de Alvear, donde él tenía sus campos. Pasé por la vieja casa del tambero, hoy en ruinas; y por la ermita que le dedico a la Virgen María, con una imagen que trajo de sus viajes a Italia y que emerge sobre unos yuyos que apenas las dejan ver.

Me parece verlo sentado en la vieja galería de la casa, contemplando sus vacas y charlando con don Felipe Cabrera, su tambero por años y quien se jubiló en esa profesión. Me dije que un día tomaría una silla y volvería a la vieja casa y me sentaría debajo de su galería para ocupar, aunque sea por minutos, su “trono”, tratando de “ver” y no “mirar” lo que a él le gustaba.

Así pasé estos días en los que ocurrieron muchos fallecimientos en San Gregorio y en Diego de Alvear. Me impactó la muerte del doctor Fernando Caballero Centurión, quien pidió ser cremado y sus cenizas fueron esparcidas en Iriarte y en San Gregorio. Me dije también que quizás sería bueno cremar el cuerpo de papá y que sus cenizas las pudiéramos esparcir allí en las que fueron sus propiedades, para devolverlo a la tierra que disfrutó.

Esos recuerdos me daban vueltas en la cabeza cuando hoy, en el día del nacimiento de la Virgen María, comencé mi programa de radio brindándole a los oyentes el “Ave María” interpretado por Andre Rieu. También lo transmití en directo por Telerecord TV Canal 26 y veía cómo al auditorio de Rieu se le asomaban las lágrimas. No sé el porqué -aunque ahora sí me lo explico-, a mí también me asomaron y varios de mis oyentes saturaron el teléfono de la radio para decirme que ellos también lloraron.

Como es martes, mi programa de radio llega casi hasta las 12. Puse “una carga” de tangos y de mucha música italiana, ya que festejamos el cumpleaños de Sarito Ricci, perteneciente a la colectividad Italiana de San Gregorio. Aprovechando este momento, también cargué algunos temas sardos en homenaje a mi viejo. Pero, vaya, nunca me imaginé lo que iba a ocurrirme a las 12.30.

Sonó mi teléfono celular. Era Myrian, mi esposa y jefa del Correo local.

–¿Estás en casa? –me preguntó.

–Sí.

–Vení ya –me dijo con voz entrecortada.

–¿Qué pasa?

–Vení –repitió y cortó el teléfono.

Salí raudamente para el edificio del correo y, al acercarme al mostrador de atención al público, Myrian me entregó un sobre con la siguiente dirección:

"Piero Giordano, Corso Cairoli– VERBANIA INTRA ITALIA".

Y el remitente: "Mario Cocco, 9 de Julio 591 SAN GREGORIO F.C.N.G.B.M"

El sobre, que yo conocía bien, era de aquellos preferenciales de envío Internacional por vía aérea.

Quedé impávido.

–¿Quién te dio este sobre? –le pregunté.

–Este sobre vino de vuelta de Italia porque el destinatario es, como dice acá, “sconociuto al mittente”. El correo se lo manda de nuevo a tu papá.

Se me aceleró el corazón. Abrí el sobre con una cortapluma que había sido de mi padre y que guardo como un bien preciado en mi billetera. Desplegué la carta y ya rompí en llanto. Era una carta que mi padre les escribió a sus sobrinos Piero y Caterina, el 25 de mayo de 1966.

En la carta, mi padre les cuenta su vida en Argentina, de sus hijos y otros relatos comunes a este tipo de cartas familiares. La carta también portaba una fotografía, pero lamentablemente fue sacada del sobre, vaya a saber por qué manos en su trajinar desde Italia hasta Argentina, desde el 25 de mayo de 1966 hasta el 8 de septiembre de 2015.

El sobre tiene un timbrado de cuatro estampillas: tres de San Martin, de 8 pesos cada una, y otra de José Hernández, de 4 pesos. Al ser envío por vía aérea, el costo era mayor, como así también era más rápido el tiempo de llegada. Hay un sello del Correo de Verbania que dice “30 de Mayo de 1966, 8 horas”.

Pero no estaba para el análisis minucioso de los porqués, dónde y cuándo. Partí al cementerio, a la bóveda en que descansan los restos de mi padre. Pensé que la Virgen María, en el día de su nacimiento, se sumó a este “aviso”. Yo quería saber qué me quería decir este Mauro Cocco, vigente cada día en mi vida. Lloré largamente, no sé si de pena por su partida o de alegría por el “mensaje” que significa esta carta que tardo 49 años y 101 días en volver a nuestras manos.

Ya en casa, la primera intención fue escanear el sobre y la carta y llamar a uno de mis hijos que vive en Buenos Aires, Juan Manuel, para contarle lo vivido. A otra de mis hijas, Carolina, que vive en Venado Tuerto, se encargó de llamarla Myrian. A los otros dos, Rita y Siro, se los conté en persona en casa. También a mis amigos cercanos, quienes no podían creer lo ocurrido.

Myrian, en sus funciones de jefa del Correo, se comunicó con los encargados de las distintas áreas de recibo y de expedición en las oficinas de la ciudad de Rosario. Ellos se pusieron a disposición para poder acopiar toda la información y conocer los entramados vericuetos de la llegada de “la Carta” del abuelo Mauro.

Además, se comunicó con Susana y Santiago, residentes en Italia, quienes se pondrán en contacto con las oficinas de Verbania para saber los pormenores de la pregunta del millón: ¿Dónde quedó esta carta durante casi 50 años­? ¿Quién de puño y letra escribió “sconociuto al mittente” que dio origen a este “milagro” postal?

Mi padre, Mauro Cocco, había viajado a Italia en 1960, donde estuvo seis meses y aprovechó para visitar a sus parientes, entre ellos Piero y Caterina, de Verbania. En esa oportunidad fue solo, pero en 1980 viajó junto con mi mamá, Agueda María Rapalini, y estuvieron de vacaciones durante otros seis meses. Este último viaje, mis padres lo pasaron en cercanías de Bottida, Nuoro, Sardegna, el lugar donde había nacido.

Pedro Gerardo Cocco

P/D: esta carta –aviso- me ha hecho desempolvar todos los rincones de nuestra casa, donde atesoro, cartas , documentos, fotos y otras cosas que uno quiere porque pertenecieron a mis generadores de la vida.

en esta nota:

Mario Cocco

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